lunes, 21 de junio de 2010

La tía María. Continúa Parte IV

Esos años dorados un día se terminaron. Fue durante una función. Elena, que en esa oportunidad hacía baile acrobático, otra de las especialidades de la pareja, resultó despedida a gran velocidad  al soltarse de la mano de su pareja y dar contra el escenario, ante la mirada atónita de cientos de espectadores, en una gran función en Las Vegas, E.E.U.U.
Fue llevada a una clínica, donde pasó muchísimo tiempo internada, y fue sometida a varias cirugías. El problema era insuperable, sufrió serios trastornos de columna vertebral. Ya no pudo volver a bailar. La pareja de baile así terminó su ciclo. Siguieron residiendo en Florencia por varios años más, viajando y disfrutando de la vida.
Pero ya las cosas no eran igual para todos. Por un lado Elena sufría de intensos dolores, había que hacerla atender por médicos constantemente, y creo que todos los adultos (Elena, su esposo y María incluida) empezaron a extrañar el terruño. No se como fue, pero un día decidieron volver a la Argentina. Fue una carrera de locos, pusieron en venta todos los autos que tenían: dos  Peugeot, un  Mercedes Benz, un Volvo imponente (del que vi la foto, por eso lo adjetivizo), un Renault mediano y un Motorhome. Este último lo utilizaban cuando iban cerca con la compañía que habían formado. Además pusieron en venta dos departamentos (uno en Francia y uno en Roma), y la mansión  en la que habitaban comúnmente.
Fue todo un proceso que les llevó cerca de tres años. Con todo ese dinero se volvieron a nuestro país. Tuvieron serios inconvenientes para hacer ingresar muebles, y otros  objetos de valor (entre ellos una  moto Harley que era de el mayor, Jonathan, y de la que no quería desprenderse, pues era su amor).
El tiempo que duraron las tramitaciones y compra de una propiedad para vivir, Herminia los guió y les dio asilo.
Se instalaron finalmente en la costa atlántica, en una casa  con vista al mar. Recuerdo que de visita por Santa Fe, mi tía nos contó que era una super mansión con parque, pileta climatizada (especial para Elena por su columna), y además tenían aves exóticas. 
Ahora después que mi tía María sintió que sus hijas se encontraban viviendo bien, cada una por su lado con su familia, tomó una decisión.
Supongo, ya que no sé si de verdad ocurrió, que fue impulsada tras una consulta con sus hijas, llamó a Juancito y decidieron, volver a vivir juntos. Esta vez para siempre.   
Así fue que mi tía, después de haber conocido tantas ciudades, de haber viajado, y  disfrutado de los mejores alojamientos, hoteles, paisajes, en fin de tanto movimiento, en una vida del llamado primer mundo, eligió la apacible vivienda en un barrio de la
ciudad de Santa Fe.
Sus últimos años fueron sencillos, tranquilos.
Herminia y Elena contribuyeron mucho con esto, ya que le remodelaron la casa a sus padres y además le construyeron, en un terreno lindante, otra casa para que pudiera vivir Griselda, que estaba casada y tenía un hijo.
María con su humildad, se ganó el cariño de Griselda. Ésta a su vez cuidó de ellos en su ancianidad, sobre todo en la enfermedad de María, secundada en lo posible por las hijas que se trasladaban desde Buenos Aires cada vez que las llamaban.
Me decidí a escribir sobre la vida de mi tía María porque de verdad la quise mucho, y por sobre todo con su sencillez logró mi admiración.
Supo perdonar, servir, acompañar, sacrificarse y envejecer alejada de todos los ruidos mundanales de suntuosidades y placeres, que alguna vez conoció.
Creo que toda su historia se sintetiza en una sola palabra: AMOR.
FIN