jueves, 21 de enero de 2010

La tía María. Continúa Parte III



El tiempo siguió transcurriendo…
Las chicas ya mayores se pusieron de novio. Herminia con un señor mucho mayor que ella, como veinte años más. Después de un tiempo se casaron. Vivían muy bien ya que él era un viudo, mayorista del rubro juguetes. Tenía un hijo  grande viviendo en el extranjero, y que siempre aceptó la relación de su padre con Herminia. Sus vidas transcurrían en el barrio de Once, donde Roberto (así se llamaba, el viudo) tenía su negocio, que cuando debía trasladarse por asuntos de trabajo, Herminia se quedaba al frente del mismo. No tuvieron hijos lo que les permitía viajar, conocer lugares exóticos y disfrutar de su pareja.
En cuanto a Elena también novió. Pero con un muchacho de su edad, que conoció en el instituto donde estudiaban danzas. Se casaron, formaron una pareja de baile que ofrecía espectáculos en Bs.As, después por todo el país y más tarde se les dio que consiguieron contratos en Europa. Una vez establecidos allá, llamaron a María a vivir con ellos.
Así mi tía conoció con sus dos nietos, que tuvieron Elena con su esposo con el correr de los años, casi todo el continente Europeo. En una oportunidad, la pareja de baile ofreció un espectáculo en Japón. Allí estuvo mi tía con toda la familia.
 Si bien tenían residencia en Florencia, Italia; comúnmente  se encontraban disfrutando de alguna otra metrópolis en cualquier momento del año.
Mientras los papás trabajaban, María cuidaba de Jonathan y Gregory, con mucho cariño y recelo. Tenían niñera, personal doméstico para distintas funciones, pero mi tía los supervisaba a todos logrando así que su hija y yerno pudieran hacer lo suyo tranquilos.
En dos o tres oportunidades, dentro de esta época, mi tía vino, vuelo aéreo mediante desde Europa, a vernos.
Ella no dejó de visitar a Juan y Griselda, a partir de que él no tuvo más pareja. Venía cargada de regalos para ambos y espiaba que no les faltara nada, ya que su vida era extraordinariamente maravillosa allá.
En esas oportunidades cuando pasaba por mi casa, yo la bombardeaba con preguntas.
Sobre el estilo de vida urbano en otros países, las construcciones más modernas, sobre los adelantos, paisajes, etc. Guardo de esa época una botellita, vacía ya, de un riquísimo perfume francés y una blusa japonesa, que recibí como recuerdo de aquellos lugares.      
Alguna vez supo hablarme de un aeropuerto que le había causado admiración, me contó que se quedó mirando por media hora casi, entrar y salir aviones. Ella no podía creer la cantidad de aeronaves y el tamaño. Les cuento aquí, que me fue difícil averiguarle cual era ese aeropuerto, porque un secreto que he mantenido hasta aquí debo confesárselo ya. Mi tía Maria no sabía leer ni escribir. Después de un rato de conversación arribé a la conclusión que era el aeropuerto de Frankfurt, en Alemania.
Otra de las historias fue cuando, su hija y yerno hicieron presentaciones en Nueva York.
En esa oportunidad, estuvo dos días encerrada en el hotel. Por cierto muy lujoso, rodeada del personal de servicio que siempre la acompañaba. No se animaba a salir a esa gran ciudad, tenía temor por sus nietos que eran chiquitos y porque era tanto el tránsito de vehículos como de personas, que creía poder llegar a perderse. Entonces Elena la llevó de paseo todo lo que pudo. Estuvieron allí por dos meses aproximadamente, hasta celebrar la navidad.
Pude ver fotos de todo ese período de grandes viajes, y algunas las conservo conmigo, y de vez en cuando las miro, con mucho cariño y admiración.
                                                                                              
                                                                                                                    Continuará…

jueves, 7 de enero de 2010

La tía María. Continúa Parte II


Mientras tanto aquí en Santa Fe mi tío Juancito seguía con su vida normalmente como si nada hubiera pasado. Se instaló en pareja, después que su esposa e hijas se fueron, con una chica jovencita, menor de edad, y tubo una hija a la que llamaron Griselda. Esa niña fue siempre la locura de él. La relación duró pocos años, ya que la diferencia de edad se notaba mucho, en cuanto a las actitudes de ella, que quería ir a bailar y lo hacía,   dejándole la bebé a él para que la cuidara. Un día ella se fue con un muchacho de su edad a convivir y de común acuerdo, Juancito se quedó con Griseldita .
Allí se le complicaron las cosas. Porque mi tío era empleado público y de tarde vendía diarios en alguna esquina. Este último oficio era el que más le gustaba pues le permitía disfrutar de la calle, conocer mucha gente importante que de vez en cuando le hacían favores, ya que era muy simpático, de buena verborragia y le gustaba la política (era comunista de alma).
Para solucionar su problema con la bebé, se buscó otra señora para el hogar. Esta vez la elegida fue Eustaquia. Que era de la edad aproximada de él, grandota (Juan era menudo, típico galleguito), guapa, morocha, hacendosa, valiente para hacerle frente al mal carácter de él y ponerlo en vereda. Dicen que mientras vivió esta mujer supo marcarle el ritmo, cuidó de Griseldita como si fuera su propia hija, ya que la madre desapareció de la faz de la tierra.
Y un buen día Eustaquia falleció. En mi casa se sintieron conmovidos pues se había ganado el respeto y cariño de mi abuela, madre de Juancito.
Para ese entonces Griselda ya era una muchachita que sabía hacer las cosas de la casa, por lo tanto atendía a su papá, le cocinaba, le lavaba la ropa, en fin atendía la casa sin descuidar el colegio. Así mi tío no volvió a casarse.
Durante este tiempo de Eustaquia, mi tía María con sus dos hijas venían a Santa Fe, los visitaban, solían pasar un día con ellos y después volvían a Buenos Aires. Se había establecido un clima de cordialidad entre ellos, a tal punto que alguna vez Juan estuvo enfermo, hospitalizado (aunque nada serio), Eustaquia les avisó, y las tres se vinieron a verlo y turnarse para cuidarlo.
Esto habla también de el cariño que María, supo cultivar en sus hijas para con su padre, a pesar de las diferencias que habían surgido entre ellos, desde hacía mucho tiempo.
A su vez hace reflexionar del perdón, como primera instancia para avanzar, hacia cualquier otro logro de pacífica relación.
Pero a esta altura me pregunto, no es eso verdadero amor?
                                                     
                                                                                      Continuará…