jueves, 7 de enero de 2010

La tía María. Continúa Parte II


Mientras tanto aquí en Santa Fe mi tío Juancito seguía con su vida normalmente como si nada hubiera pasado. Se instaló en pareja, después que su esposa e hijas se fueron, con una chica jovencita, menor de edad, y tubo una hija a la que llamaron Griselda. Esa niña fue siempre la locura de él. La relación duró pocos años, ya que la diferencia de edad se notaba mucho, en cuanto a las actitudes de ella, que quería ir a bailar y lo hacía,   dejándole la bebé a él para que la cuidara. Un día ella se fue con un muchacho de su edad a convivir y de común acuerdo, Juancito se quedó con Griseldita .
Allí se le complicaron las cosas. Porque mi tío era empleado público y de tarde vendía diarios en alguna esquina. Este último oficio era el que más le gustaba pues le permitía disfrutar de la calle, conocer mucha gente importante que de vez en cuando le hacían favores, ya que era muy simpático, de buena verborragia y le gustaba la política (era comunista de alma).
Para solucionar su problema con la bebé, se buscó otra señora para el hogar. Esta vez la elegida fue Eustaquia. Que era de la edad aproximada de él, grandota (Juan era menudo, típico galleguito), guapa, morocha, hacendosa, valiente para hacerle frente al mal carácter de él y ponerlo en vereda. Dicen que mientras vivió esta mujer supo marcarle el ritmo, cuidó de Griseldita como si fuera su propia hija, ya que la madre desapareció de la faz de la tierra.
Y un buen día Eustaquia falleció. En mi casa se sintieron conmovidos pues se había ganado el respeto y cariño de mi abuela, madre de Juancito.
Para ese entonces Griselda ya era una muchachita que sabía hacer las cosas de la casa, por lo tanto atendía a su papá, le cocinaba, le lavaba la ropa, en fin atendía la casa sin descuidar el colegio. Así mi tío no volvió a casarse.
Durante este tiempo de Eustaquia, mi tía María con sus dos hijas venían a Santa Fe, los visitaban, solían pasar un día con ellos y después volvían a Buenos Aires. Se había establecido un clima de cordialidad entre ellos, a tal punto que alguna vez Juan estuvo enfermo, hospitalizado (aunque nada serio), Eustaquia les avisó, y las tres se vinieron a verlo y turnarse para cuidarlo.
Esto habla también de el cariño que María, supo cultivar en sus hijas para con su padre, a pesar de las diferencias que habían surgido entre ellos, desde hacía mucho tiempo.
A su vez hace reflexionar del perdón, como primera instancia para avanzar, hacia cualquier otro logro de pacífica relación.
Pero a esta altura me pregunto, no es eso verdadero amor?
                                                     
                                                                                      Continuará…

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